Cuando allá por 1996 desde el equipo de gobierno municipal popular que lideraba el alcalde Rafael Merino apostamos por remodelar dos plazas vitales de Córdoba, las Tendillas y la Corredera, además de continuar la peatonalización de algunas calles singulares del centro comercial, actuamos con una clara visión de que nuestra ciudad, Córdoba, no perdiese su centralidad, su referencia como urbe habitable que mira al futuro desde sus raíces milenarias.
Frente a la idea de algunos de establecer un modelo de convivencia social y político basado en la “suma de barrios”, defendimos un proyecto de ciudad único y superior, que aglutinase en las identidades que unen frente a la disgregación separadora. Lo hacíamos para contener el modelo urbano y su esencia estructural frente a las propias oportunidades de vitalización y potencial disgregación que dos sucesos históricos podían provocar: la reciente nominación de nuestro Casco Histórico como Patrimonio de la Humanidad y el provechoso crecimiento que la ciudad ofrecía con el advenimiento de los elementos resultantes de la ejecución del Plan Renfe: nuevos viales, espacios de ocio y comerciales, viviendas, aparcamientos, etc. Córdoba no podía deshacerse al crecer, ni morir y romper su modelo por la edad, sino revitalizarse, sanear su aparato locomotor, su corazón para hacerse más fuerte, más viva, más Ciudad.
Aquella acción municipal vino complementada en su momento por una transcendente decisión del pequeño y mediano comercio cordobés: la creación del Centro Comercial Abierto llamado después Centro Córdoba. Medida emprendedora que aprovecho las sinergias generadas por las mejoras urbanísticas de la zona y que incluso transformó una aparente amenaza para el sector minorista, la llegada del Corte Inglés al antiguo edificio de Galerías Preciados, en una oportunidad de beneficiarse toda esa zona del importante tirón comercial de tan colosal marca.
Actuaciones posteriores han venido a sostener esa apuesta de centralidad. En unos casos realizadas por los gobiernos locales que nos sucedieron, como la peatonalización de Cruz Conde y otras pequeñas vías o la recuperación del cine Góngora como contenedor cultural, en otros por iniciativas privadas como el parking de la calle Sevilla o la decidida apuesta de la directiva del Círculo de la Amistad capitaneada por Federico Roca de elevar el histórico y artístico espacio recreativo a punto de encuentro social y cultural de la ciudad.
Sin embargo la actuación en Tendillas no contó con unanimidad ni política ni vecinal. Intereses partidistas movieron la respuesta de algunos censurando la inversión en la zona “noble” de la ciudad en lugar de atender carencias de la periferia. “Gastan el dinero donde les votan los ricos en lugar de donde se necesita “, ¡se puede ser más zorrocotroco!. Incluso tuvimos que soportar en contra, una campaña de firmas promovida por la IU de la época y liderada por algunos políticos que hoy están en Ganemos.
Un paso más en la preservación del Corazón de Córdoba serán las actuaciones en marcha en la calle Capitulares y la cruz con Claudio Marcelo, San Fernando y Espartería. Estas mejoras de la ciudad fueron decididas, proyectadas y cofinanciadas por la gestión de gobierno del alcalde José Antonio Nieto en el marco del Plan de Grandes Ciudades firmado con la Junta de Andalucía. Y tuvieron un retraso importante en su puesta en marcha por la “parálisis” sobrevenida en la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía, primero por la destitución en enero de 2015 del Consejero firmante del Plan, Rafael Rodríguez de IU, y después por la tardanza hasta junio del mismo año en la constitución del gobierno andaluz tras la elecciones autonómicas. Luego el concejal del ramo se encargó durante un tiempo de demorar los trámites para difuminar con el paso de los meses la paternidad política de la actuación, enorme torpeza institucional, con el correspondiente daño a los ciudadanos, que ya vivimos algunos años atrás con el retraso injustificado en la inauguración de los Jardines de Veterinaria o de los espacios verdes y peatonales del Plan Renfe.
Cuando se culminen las obras habremos dado un paso más en la mejora de nuestra ciudad, de su corazón comercial, administrativo, cultural y de servicios. Manteniendo con ello nuestras señas de identidad como núcleo urbano organizado, independientemente de cuál sea nuestro coyuntural domicilio. Y se hará sin que suponga un agravio a cualquier otra parte de Córdoba. Será un triunfo de la ciudad total, superior y aglutinadora, habitable y humanizadora, que facilite, como diría el interesante economista chileno Max-Neef, “ las funciones que se esperan de una ciudad hacia sus habitantes: sociabilidad, bienestar, seguridad y cultura.” Todo ello, frente a la visión de una pequeña parte de la clase política cordobesa, y de algunos representantes vecinales, sumidos en un interesado y cortoplacista proyecto disgregador y frentista.