Entrar en San Agustín es abrazar tiempo y materia, el legado del pasado más brillante, que se funde con el restaurado templo que siempre fue la casa de Nuestra Señora de las Angustias y su Hijo muerto. Es recorrer las naves que conocieron y en las que tanto rezaron Pablo García Baena y el inolvidable dominico, Rafael María Cantueso. Es adentrarse en el umbral perpetuo de la Córdoba que fue, proyectado en la madre y maestra, en el conjunto escultórico que Juan de Mesa entregó al mundo, justo antes de morir.
Y allí, Nuestra Señora ha aguardado este Viernes de Dolores a que el Hijo retorne a su regazo, después de que los fieles hayan podido besar su pie, proseguir la historia y pedirle y agradecerle los avatares de un año. En la siguiente galería fotográfica puede disfrutarse del imponente Cristo que realizara el inigualable genio del Barroco: Juan de Mesa y Velasco.